Los tíos somos unos gilipollas orgullosos, pero, a la hora de la verdad, nos arrodillamos para rendir pleitesía a la primera mala malvada que nos calcine el corazón. Era demasiado pronto como para asimilar la verdad: Que por ella, por mantenerla a mi lado cinco segundos más, me hubiera tirado al suelo para hacerle de alfombra.
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Era demasiado pronto como para asimilar la verdad:
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